oda a la caca. david minayo mogollón.

 Oda a la Caca

Canto I: El Origen Silencioso
Oh caca, primigenia, susurro del cuerpo,
fruto callado que en la sombra despierto.
En las entrañas danzas, sin pedir alabanza,
tejiendo en secreto la humana constancia.
No hay pompa en tu forma, ni gloria en tu aroma,
mas en tu humildad, la vida se asoma.
Eres la voz del polvo, del barro primero,
el eco del cosmos en un ciclo sincero.
Del caldo ancestral, donde la vida nacía,
surges como heraldo de la carne que vivía.
No hay ser que te esquive, ni rey ni gusano,
todos rendimos culto en tu altar cotidiano.
En la cueva del hombre, en la selva primera,
tu rastro marcaba la senda primera.
Sin palabras ni leyes, sin templos dorados,
eras la prueba de los pasos dados.
Oh caca, modesta, sin vanidad ni engaño,
en tu simpleza late el pulso del año.
Tu proceso es arte, un milagro escondido,
del bocado al suelo, un viaje concluido.
En el tubo sinuoso, donde la vida se cuece,
transformas lo vivo en lo que perece.
No pides permiso, no buscas corona,
eres la verdad que la tierra abona.
En cada expulsión, un suspiro se alza,
un acto privado que la vida ensalza.
No hay vergüenza en ti, aunque el hombre la invente,
pues en tu presencia, la natura es consciente.
Oh caca, primera, raíz de lo humano,
en tu sencillez, el mundo es un plano.
Canto II: El Espejo Cultural
Oh caca, viajera de todas las tierras,
en cada cultura, tu sombra se aferra.
No hay pueblo que ignore tu paso constante,
ni mito que escape a tu huella fragante.
Eres la musa oculta de relatos antiguos,
el chiste silente que cruza los siglos.
En Egipto, los dioses miraban tu rastro,
en el Nilo sagrado, un ciclo contrastó.
Los romanos, con cloacas, te dieron un trono,
un sistema de aguas que tu curso corona.
En la China imperial, con respeto te usaban,
en campos dorados, la tierra nutrían.
El trovador medieval, con risa te nombra,
en cantares burlescos, tu esencia se asombra.
En las cortes barrocas, tras sedas ocultas,
tu presencia escapaba en risas disolutas.
Oh caca, testigo de la historia que pasa,
en cada relato, la vida se abraza.
En las tierras del sur, donde el sol se levanta,
los pueblos andinos te dieron su planta.
En el estiércol seco, la vida renace,
un ciclo que el hombre con humildad trace.
No eres desecho, no eres solo materia,
eres la chispa que la tierra venera.
En las urbes modernas, tras puertas selladas,
te escondes discreta, sin glorias cantadas.
El inodoro blanco, tu templo de porcelana,
te lleva en silencio, oh musa temprana.
Mas en tu partida, un eco resuena,
la verdad del cuerpo, que nunca se encena.
Oh caca, reflejo de lo que callamos,
en tu universalidad, los pueblos se hermanan.
No hay idioma que te niegue, ni credo que te aparte,
eres la constante en el lienzo del arte.
Desde el susurro del campo al rugir de la plaza,
tu canto silente la cultura traspasa.
Canto III: La Filosofía del Barro
Oh caca, filósofa, sin voz que proclama,
en tu simple pregunta, la vida se trama.
¿Qué somos, sino un soplo que pasa,
un polvo que danza, una llama que abrasa?
En tu forma fugaz, la respuesta reposa,
el hombre es un ciclo, su fin no es grandioso.
No buscas la gloria, no anhelas el cielo,
eres la tierra misma, en su humilde vuelo.
En tu perspectiva, el orgullo se quiebra,
el rey y el mendigo, en tu espejo se celebra.
Eres la igualdad que no pide justicia,
un juicio silente que la vanidad sacrifica.
Como Sócrates quiso, preguntas nos haces,
en el acto privado, la verdad se deshace.
No hay máscara que valga cuando tú apareces,
el hombre se enfrenta, su alma enloqueces.
Oh caca, en tu risa, la filosofía está,
un eco de polvo que no se explica.
En el niño que ríe, en su libre alivio,
tu paso es un canto, un instante de brío.
En el viejo que piensa, con calma te mira,
un recordatorio de lo que respira.
Eres la muerte misma, y también la semilla,
un verso del cosmos que la tierra destila.
No hay metafísica que pueda negarte,
ni ciencia que logre jamás desplazarte.
Eres la constante, el latir de lo vivo,
el ciclo que une lo que fue y lo esquivo.
Oh caca, en tu barro, la verdad se escribe,
un poema eterno donde el hombre se vive.
Canto IV: El Rastro en la Historia
Oh caca, memoria de eras pasadas,
en cuevas y campos, tus huellas marcadas.
En la prehistoria, sin nombres ni leyes,
eras el signo de los primeros reyes.
No había palacios, ni tronos dorados,
mas tu presencia fue de los pasos cantados.
En las guerras antiguas, tras sangre y espadas,
tu rastro humilde las tierras calladas.
En las caravanas, por rutas de seda,
eras la sombra que la vida conceda.
No hay crónica épica que pueda ignorarte,
ni gesta heroica que logre apartarte.
En la peste sombría, en la edad oscura,
tu olor fue testigo de la humana aventura.
En los barcos que cruzan los mares lejanos,
llevabas el peso de los sueños humanos.
Oh caca, en la historia, un hilo discreto,
un canto silente que guarda el secreto.
En las revoluciones, con fuego y bandera,
tu paso seguía, sin pausa primera.
En las fábricas negras, en el humo que sube,
eras la prueba de que el hombre se mueve.
No hay era que escape a tu toque sincero,
eres la constante del tiempo entero.
En las ruinas del tiempo, tu esencia persiste,
un recordatorio de lo que resiste.
No hay imperio que pueda borrar tu presencia,
ni gloria que opaque tu simple existencia.
Oh caca, en la historia, un verso modesto,
el latir del hombre, su eterno contesto.
Canto V: El Abrazo de la Tierra
Oh caca, compañera del suelo fecundo,
en tus formas nutres el latir del mundo.
No eres desecho, no eres solo resto,
eres la vida que al campo se ha puesto.
En el estiércol cálido, la semilla despierta,
un ciclo que el hombre con amor convierte.
En las tierras antiguas, tu don fue sagrado,
un regalo al suelo, un pacto sellado.
Los campos dorados, con trigo y maíz,
crecieron en ti, oh raíz del raíz.
No hay agricultura que pueda negarte,
ni fruto que crezca sin antes nombrarte.
En el río que canta, en el bosque que llama,
tu paso se funde en la eterna trama.
Eres el humus que la tierra reclama,
la chispa que enciende la verde calma.
Oh caca, en tu abrazo, la vida se expande,
un canto al planeta que nunca se ablande.
Mas en la urbe moderna, tu rol se complica,
en tuberías frías, la tierra se implica.
El hombre te aleja, con máquinas y ciencia,
olvidando tu don, tu simple presencia.
Sin embargo, persistes, en el ciclo escondido,
un eco del suelo que no ha concluido.
Oh caca, en tu viaje, la tierra te canta,
un himno silente que el mundo levanta.
No hay progreso que borre tu huella primera,
eres la madre de la verde quimera.
En cada semilla, en cada brote nuevo,
tu amor es la fuerza que mueve el relevo.
Canto VI: La Caca en el Futuro
Oh caca, en el ’25, bajo luces de Osaka,
donde la Expo brilla y la técnica se alza,
tu esencia persiste, sin pompa ni gala,
un recordatorio de que la tierra no falla.
En Tokio, con su pulso de acero y neón,
tu verdad resuena, un humilde sermón.
En el Gran Anillo, símbolo de uniones,
donde el mundo se encuentra en sus ambiciones,
tu canto silente atraviesa la escena,
una oda al ciclo que nunca se encadena.
Mientras drones zumban y la IA murmura,
tu paso recuerda la simple natura.
En un mundo de datos, de redes y sueños,
tu presencia es ancla, un lazo pequeño.
No hay algoritmo que pueda negarte,
ni código que logre jamás desplazarle.
Oh caca, en el futuro, tu luz no se apaga,
eres la constante que el tiempo no vaga.
En Japón, donde el cerezo florece tardío,
tu humildad contrasta con el brillo del río.
En medio de tensiones, de misiles lejanos,
tu igualdad reúne los pasos humanos.
Eres el puente entre lo viejo y lo nuevo,
un verso del polvo que nunca es ajeno.
Oh caca, en el ’25, tu legado se escribe,
en la tierra que late, en el hombre que vive.
No hay tecnología que opaque tu estrella,
eres la vida, la verdad más sincera.
En Osaka, en el mundo, tu canto resuena,
un himno al planeta que nunca se encena.
Canto VII: El Legado Eterno
Oh caca, inmortal, sin fin ni comienzo,
en tu simpleza yace el universo inmenso.
Eres el polvo que al polvo regresa,
la chispa que enciende la eterna promesa.
No hay tiempo que borre tu huella primera,
ni espacio que olvide tu voz verdadera.
En cada latido, en cada respiro,
tu ciclo acompaña lo que el hombre ha vivido.
Eres la muerte, y también el comienzo,
un verso del cosmos, un canto suspenso.
Oh caca, en tu barro, la vida se mira,
un poema sin fin que la tierra inspira.
No buscas altares, ni templos dorados,
mas en cada campo, tu don es cantado.
Eres la musa que no pide corona,
la verdad del suelo que la vida abona.
En el niño que ríe, en el viejo que calla,
tu paso es el eco de la eterna batalla.
En el ’25, en Osaka, en la tierra,
tu luz es un faro que nunca se aferra.
Desde el alba primera al ocaso postrero,
tu canto es la vida, su pulso sincero.
Oh caca, eterna, sin vanidad ni engaño,
en tu humildad late el corazón del año.
Así te canto, caca, con verso sincero,
no como burla, sino con amor entero.
Eres la verdad que no busca victoria,
el latir del hombre, su eterna memoria.
En tu forma modesta, el cosmos se escribe,

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