poema a Cervantes. David Minayo Mogollón.

 El Caballero de la Pluma Eterna

I. El Amanecer de un Soñador
En Alcalá de Henares, bajo un sol de Castilla,
nació Miguel de Cervantes, su alma pura y sencilla.
1547, el mundo giraba en sombras y fe,
un niño de ojos vivos, con sueños que no sé.
Hijo de un cirujano, de vida errante y austera,
creció entre libros viejos, su mente siempre primera.
Las calles polvorientas, con ecos de juglar,
forjaron un espíritu que el mundo iba a amar.
No tuvo oro ni títulos, mas su pluma fue su luz,
un joven que en las letras buscó su propia cruz.
En Madrid, con maestros, la poesía descubrió,
Garcilaso y los clásicos, su corazón encendió.
El Renacimiento ardía, un tiempo de fervor,
y Miguel, con su ingenio, soñó con un amor.
De España a tierras lejanas, su destino se formó,
un caballero de sueños, su viaje comenzó.
II. La Espada del Valiente
A los veintitrés, con coraje en el alma,
se unió a la armada, buscando su calma.
Lepanto, 1571, la batalla estalló,
en la galera Marquesa, su valor se alzó.
Herido en el pecho, su mano izquierda quebrada,
mas su espíritu firme, su gloria no callada.
Un soldado de España, su orgullo fue su bandera,
en el mar de la historia, su nombre fue la primera.
Mas el destino lo atrapó, en Argel fue cautivo,
cinco años en cadenas, su corazón aún vivo.
Cuatro veces huyó, con audacia sin par,
pero las sombras lo ataron, su lucha fue a luchar.
En mazmorras oscuras, su mente se elevó,
historias de libertad, su pluma imaginó.
Rescatado al fin, su alma no se rindió,
Cervantes, el valiente, su camino eligió.
III. Los Primeros Versos
De vuelta a España, con deudas y afán,
buscó en las letras su luz, su pan.
La Galatea cantó, un sueño pastoral,
un eco de amores, un mundo ideal.
El teatro lo llamó, con tablas y candiles,
sus comedias brillaron, sus versos sutiles.
En Sevilla, en prisiones, la vida lo probó,
recaudador humilde, su alma no calló.
En tabernas y plazas, con voces del pueblo,
tejió personajes, su genio en el vuelo.
Cada rostro, cada historia, su pluma alimentó,
en la España dorada, su verdad floreció.
No fue cortesano, ni tuvo gran favor,
pero su ingenio cantaba con fuerza y amor.
Entre sombras y risas, su voz se alzó al viento,
un poeta de vida, su eterno argumento.
IV. El Nacimiento del Quijote
En 1605, un libro el mundo transformó,
Don Quijote de la Mancha, su gloria se alzó.
Un caballero loco, con lanza y corazón,
soñaba con hazañas, su vida una canción.
Sancho Panza, su amigo, con sabiduría ruda,
un dúo de contrastes, su alma nunca muda.
Molinos por gigantes, un mundo al revés,
Cervantes reía, su pluma fue juez.
La Mancha se volvió un lienzo sin fin,
un canto a la locura, un sueño sin confín.
En cada aventura, la verdad se escondía,
realidad y fantasía, su eterna osadía.
La segunda parte, en 1615, completó,
un Quijote más hondo, su genio coronó.
Con ironía y ternura, su mundo dibujó,
Cervantes, el maestro, su mito forjó.
V. Los Años Finales
En Madrid, con achaques, su cuerpo cedió,
mas su pluma brillante nunca se apagó.
Persiles y Sigismunda, su canto final,
un viaje al norte, un sueño inmortal.
Pobre, pero digno, su vida terminó,
1616, con Shakespeare, el destino los unió.
En un convento humilde, su alma descansó,
pero su voz en el mundo, su eco no calló.
En las calles de España, su nombre resonó,
un hombre que al mundo su verdad donó.
Sin riquezas ni pompa, su gloria fue su fe,
un caballero de letras, su luz nunca se fue.
En los libros del pueblo, en los versos del viento,
Cervantes camina, su espíritu contento.
Un soñador eterno, su lucha fue su honor,
su pluma fue su espada, su vida fue su amor.
VI. El Eco en el Japón del Futuro
En el ’25, en Osaka, su eco resuena,
la Expo de Yumeshima, su voz no se encadena.
El Gran Anillo brilla, un símbolo de unión,
Cervantes cantaría, su eterna pasión.
Tokio, con su luz, sus tensiones y su mar,
abraza al Quijote, su sueño sin parar.
Entre cerezos tardíos, su historia se alza,
un canto a la locura, que nunca se falsea.
En el Budokan, donde la música vibra,
el Quijote dialoga, su alma no se libra.
Corea lanza ecos, China reclama el viento,
pero Cervantes canta, su paz es un intento.
En la Expo, estudiantes leen sus palabras,
un mundo dividido, su pluma lo labra.
Don Quijote cabalga, en tierras del sol naciente,
su mensaje de sueños, un faro permanente.
VII. El Legado Inmortal
De Alcalá al universo, su voz no se apaga,
en cada libro abierto, su alma nunca vaga.
Don Quijote es un faro, un canto a la verdad,
un hombre que soñó con la libertad.
En las aulas del mundo, su obra se estudia,
un caballero loco, su fuerza se alía.
Cervantes, el eterno, su risa es un sol,
un poeta que vive en cada corazón.
En cada página escrita, su espíritu respira,
un canto a la vida, su pluma inspira.
De Lepanto a la Mancha, su vida fue un cantar,
Miguel de Cervantes, su luz no va a parar.
En el ’25, en Osaka, su eco es un farol,
un hombre que soñó, su pluma fue su sol.
Desde Alcalá al cielo, su alma se eleva,
Cervantes, el inmortal, su historia nos renueva.

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